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miércoles, 20 de julio de 2011

La risa es un alimento espiritual

La risa es un alimento espiritual, y es que, en el estricto sentido de la alegría, no hay nada mejor que una frase dicha en el momento preciso con las personas adecuadas, lo digo, porque en estos días recientes he podido convivir en diversas reuniones con gente totalmente ajena a mi forma de ser, y no, que yo sea mejor o peor que ellos, me refiero a mi peculiar sentido del humor, porque soy muy simplón, me rio si pasa la mosca, y si no pasa también, ya sé que no otorgo esa feliz impresión, que de pronto puedo parecer un viejillo cascarrabias, lo que ocurre es que me pone de malas la vulgaridad en cualquiera de sus expresiones, por ejemplo, una señora de más de cuarenta años maquillada como cerámica de Talavera es de una estridencia tal que no puedo evitar hacer un gesto de disgusto, y si no fuera porque poseo un buen carácter para soportar estoicamente los malos momentos que me otorga la vida en cualquier laberinto del tiempo, ya me hubiera muerto de un coraje como los perritos chihuahueños.
Otra cosa que me puede arruinar el día, es observar fumando a una mujer, no hay nada peor que eso, mi tía Concha aseguraba, rotunda, que una dama jamás podía andar echando humo como chacuaco, que, por si no lo saben, asiduos fans, esa palabreja extraña que suena como a chamaco vago, describe el tiro de una chimenea o un horno, por esa razón se aplica a las personas que son muy fumonas, y lo peor es que, la publicidad ha logrado que las señoras consideren que es muy nais andar con el cigarro en la mano y con aliento de cenicero de cantina barata todo el día, porque la peste que deja la nicotina, el alquitrán y demás químicos envueltos en las madejas nubosas de las humaredas que se provocan con la vicioso combustión, es muy difícil de evitar, y ya impregnada la ropa, es casi imposible quitársela de encima, así que, las que desayunan un cigarro, deambulan por la vida con una pestilencia como de ociosa piruja vieja, dicho sea, sin ánimo de ofender a nadie.
Siempre lo he dicho, que quien grita en una discusión, es porque no tiene argumentos para defender su postura, y esa es otra cosa que me encabrona sobremanera, yo puedo entender los gritos de una verdulera, un ropavejero o un anunciador de lucha libre, pero no de una persona civilizada, no digo, no, que estas nobles personas dedicadas a oficios tan dignos no lo sean, solamente que ellos lo hacen por obligación y costumbre con la intención de anunciar sus servicios o productos, de hecho, puedo decir, que no hay nada que me parezca más vulgar que una persona gritona, a ese tipo de gente, le saco la vuelta, porque nunca me ha agradado que me escupan en la cara.
Para que no digan, queridos lectores, que soy un pinche anciano amargado, antes de finalizar la presente columna, les voy a contar un chiste buenísimo, espero que la liga de la moral y las buenas costumbres del globero pueblo, tenga a bien saltarse esta parte escandalosa de La Guillotina, bueno, pues ya que estamos solos, asiduos fans, este es el chiste prometido: resulta que un celoso marido sospechaba que su esposa le era infiel, y es que, los chismosos vecinos metiches, le habían comentado que la pu… (piiippppp) metía a los pelados a la casa cuando él se salía a trabajar, entonces, vivillo desde chiquillo, al tipo se le ocurrió fingir que se iba de viaje de negocios, la idea era que la vieja se confiara y metiera a su amante al lecho conyugal, dicho y hecho, el cornudo fingió el viaje, y a medianoche llegó a su casa, pateó la puerta de su recámara y vio que un hombrón tenía a su mujer de a chivito en precipicio, sin poderse contener, alterado, le gritó a la mancornadora: ¡ASÍ TE QUERIA AGARRAR HULERAAAAA! (el ofendido marido se refería específicamente a la infidelidad) Y la esposa, jadeando, cínica, cabrona y piruja, le contestó: ¡PERO NUNCA PUDISTE PENDEJOOOOO! (aquí se insertan las risas) que tengan un feliz fin de semana.

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