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sábado, 9 de julio de 2011

"La Polvorona"

Será cierto lo que se dice del político al que le encanta el meikop, incluso, sus adversarios, lo llaman “la polvorona”, porque le encanta andarse polveando en su trocona de lujo antes de presentarse en público, lo raro es que teniendo tan buen puesto, en el que se supone, hay recursos suficientes a su servicio, no se le haya ocurrido contratar a un asesor de imagen, para que le dijera que eso del Max Factor no se usa desde hace 30 años, está igualito que algunas nacas políticas, o esposas de políticos locales, que se maquillan como si se hubieran quedado congeladas en los años noventa, aunque la verdad, en este globero pueblo, pocas mujeres conocen el término social “estar bien” que implica muchos detalles, por supuesto que no soy experto en el tema, de hecho, ni siquiera puedo vestirme con corrección para presentarme a los eventos vernáculos en los que es requerida mi presencia, pero en mi descargo, les diré, queridos lectores, que mis ingresos económicos son tan magros, que no tengo la posibilidad de comprar Armani o Dolce Gabanna, regresando al tema de “la polvorona”, es un secreto a voces que le gustan los de su mismo sexo, y eso que está casado con una guapa señora de muy buenas manivelas, pero francamente, a como están las cosas en este reborujado mundo, ya nadie se asusta de esos detalles, si cada quien se puede meter lo que se le antoje, a menos que de a tiro lastime a terceras personas, conste que la presente columna no es para echarle calabaza al político, que además es un buenazo y el asunto de que sea metrosexual, la verdad, no es como para criticarlo, confieso que, a veces, sólo a veces, si acaso me brota uno que otro grano en la cara cuando estoy a punto de salir a la calle, me pongo chiquiadores de tomate, una receta secreta de mi abuela Ponciana, para eliminarlos de inmediato, es cierto que me cuido lo más que puedo, pero tampoco me ando haciendo un meikop profundo para eliminar toda las imperfecciones, ái sí, me niego a hacerlo, sobre todo porque a esta putrefacta avanzada edad, requeriría una máscara de El Santo o de Blue Demon para ocultar los daños causados por el inevitable paso del tiempo sobre mi norteña faz, que antes, muy antes, era considerada propiedad exclusiva de la familia Tovar y un icono en mi tribu familiar (aquí se insertan los murmullos de qué mamón), ya que, como ustedes bien lo saben, asiduos fans, nací muy bonito, pero como todo por servir se acaba, se cuelga o desaparece, pues a mí me pasaron las tres cosas casi al mismo tiempo, pero al viejito del que les hablo, parece que el tiempo no le hace nada, se me figura que en el sótano de su casa hay un cuadro que está envejeciendo, ya sé que es un requiebro literario de Oscar Wilde pero tenía que usarla precisamente en este momento de la columna, no creo que sea nada más por obra y gracia de los polvitos nacarados que usa, de seguro un médico surrealista de esos que se denominan cirujanos plásticos, ya le hizo un chiqui chiqui, lo bueno es que tiene para pagar con todas las prebendas y canonjías propias de su alta envergadura, conste que no es un albur, sino que así se define el alto perfil de estos hijos de la cámara de diputados a cargo del erario grande de la nación, en fin, que “La Polvorona” haga lo que se le hinchen las ganas, a mí, me cae muy bien, miren que, eso de hacer lo que se le antoje, y que le importe un soberano rábano, lo que la sociedad pudiera decir sobre su reputación, es digno de gran encomio, finalmente de esos polvorones hay muchos en la política a la mexicana, hay uno en la gran capirucha, que incluso fue candidateado para la grande, muy grande, y era una vestida que sonaba sus tacones por los congales de ambiente --de jotitos-- rodeado de su séquito, de hecho hay uno que anda todavía en el candelero actual que era su compañero sexual y el que le cosía todos sus vestiditos, lo maquillaba y lo cuidaba de tantos lagartones que lo acosaban dado su alto pedorraje en la pasarela de las vanidades políticas. Ya dije.

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