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domingo, 17 de julio de 2011

La muerte alcahueta

No digo que sea muy milagrosa, pero de lo que si estoy completamente seguro es que es pareja con todos, ái si, nadie, ni ustedes, queridos lectores, que son tan exigentes conmigo, me podrían dar la contraria, la primera vez que tuve noticia de ella, fue un día que escuché a mi tía Espiridiona rezando algo muy raro, y es que mi sacrosanta parienta era muy devota de la santísima muerte, tanto así, que ya se la llevó un poco más pa’cá del más allá, resulta que mi tío Melitón era uno de esos viejos verdes que le tiraba la onda hasta a una escoba con faldas, por tanto, mi pobre tía siempre andaba con el Jesús en la boca y el rosario en la mano, supongo que, por esa razón invocaba a la santísima muerte, no tengo tan buena memoria, y es que con la edad, todos mis dones se han diluido, al grado que, ya no me acuerdo ni del día en que nací, pero la plegaria que doña Espiridiona elevaba al cielo decía algo así como: “Jesucristo Vencedor que en la Cruz fuiste vencido, vence a fulano de tal (aquí decía el nombre de su aventurero viejo panzón) que esté vencido conmigo; en el nombre del señor; si eres animal feroz, manso como un cordero, manso como la flor del Romero, tienes que venir; pan comiste, de el me diste, agua bebiste y también quiero que me traigas a fulano de atar por la palabra más fuerte que me dijiste, quiero que venga a mí, humillado, rendido a mis plantas llegue a cumplirme lo que me ha ofrecido; así como creo señor no me será imposible; te suplico encarecidamente me concedas esto que te pido”, en este punto, presa de un profundo trance, casi a punto de ebullición espiritual, con los ojos como de huevo cocido, se hincaba ante la imagen de la muerte para suplicarle que su marido no la abandonara por una de las tantas viejas con las que andaba, francamente no sé, si la muerte tenga esos poderes que se le atribuyen, pero a mí se me hace una soberana pendejada, eso de que una señora tan misteriosa como ineludible, ande de alcahueta chimiscolera con los enamorados, sobre todo porque ni modo que se distraiga de su encomiable labor de llevarse al otro mundo a los que les toca, para intervenir en asuntos del amor, si tampoco es La Celestina para andar remendando corazones y componiendo relaciones tormentosas, ojalá que no se enoje conmigo por andar de socarrón con su graciosa majestad, digo, no tengo miedo morirme, pero tampoco ninguna prisa, lo que siempre me ha quedado muy claro, es que a mi tía le daba resultado, ya que, ella fue la que le cerró los ojos a su infiel marido, y no me refiero a que le dio un madrazo entre ceja, oreja y sien, sino a que murió en sus amorosos brazos, o sea que nunca la dejó, aunque es verdad que lo viejero nunca se le quitó, pero para mi tía eso era lo de menos, con que no se le fuera del todo, ella se conformaba, por cierto, si alguno de ustedes, queridos lectores, quiere la oración completa para amarrar a algún ser amado, mándenme un e mail o un tuit y yo se las consigo para que, si tienen fe, se les cumpla su deseo, nada más les advierto, que así como le pasó a mi tía, los trabajos de amor son muy fuertes e indestructibles, así que si no están seguros de que quieren a esa persona para toda la vida, mejor no se metan en camisa de once varas, no vaya a ser la de malas que se les cumpla, en vía de mientras, les comparto otro párrafo de la plegaria, que no tiene desperdicio, conste que no me estoy burlando de las creencias de nadie, mucho menos de la señora de las tinieblas y dadora de muerte, pero lean ustedes mismos y juzguen, si lo que sigue no es digno de inscribirlo en letras de oro para tenerlo colgado en la sala:
“Oh Santísima Muerte, con el gran poder que tienes hagas que fulano (a) no pueda tener tranquilidad, ni en silla sentarse, hasta que humilde y rendido (a) venga a mis pies, y que nunca jamás se aleje en mí”. (Aunque ustedes no lo crean

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