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domingo, 24 de julio de 2011

La lluvia y las hormigas

Las hormigas andan trabajando a marchas forzadas, y no que las haya estado vigilando como si fuera capataz negrero de hacienda, pero ha sido inevitable asomarme a los molcajetitos que han hecho en el patio, además, la naturaleza tiene sus propios códigos de conducta para establecer su plan de supervivencia ante cualquier eventualidad ambiental, dichos signos de tan chambeadores insectos, indican que ya se avecinan los tiempos de lluvias, aunque ahora estamos en plena canícula, que es la época más caliente y seca del año y el limpio manto azul del cielo no hay barruntos de lluvia, ni para que nos caiga encima un chaparrón, francamente esta prolongada sequía ya se está pasando de tueste, lo malo es que, nunca estamos preparados ni para el calor ni para el agua, no sé si acuerden que el año pasado ya nos andaba llevando la creciente del río, así que, uno ya no sabe que es peor, si la escasez de lluvia o que llueva a cántaros, el servicio meteorológico nacional ha anunciado ante los medios difusores de noticias que los huracanes, y conste que no me refiero al grupo musical de los viejos panzones, que esos antes se presentaban en los congales del globero pueblo, pero ahora ni siquiera ellos vienen por estas tierras tan olvidadas de Dios y de su santísima prole, están bordeando la costa del pacifico pero andan bien perdidos, tanto así, que no se han atrevido a entrar, supongo que para estas horas ya han de haber dejado beneficios en el noroeste del país, urge que se nos dejen venir dos o tres manguitas de agua por el golfo, que esas lluvias si nos llegan a la comarca, no sé ni cómo le estarán haciendo los ganaderos para darles de beber a sus animalitos, luego que esos mastodontes cuadrúpedos no son de medio litro de Bonafont, sino de varios rotoplas llenos al tope, a veces, sólo a veces, me he preguntado a quien chingaos se le ocurrió fundar esta ciudad en un sitio tan inhóspito claro que el río Bravo podría ser la explicación lógica del asentamiento humano, nada más que el vergel pudo haber sido antes, porque según me cuentan los antiguos pobladores, que antes, muy antes, en estos solares se sembraba algodón, tomate y otras yerbas, pero lo que es ahora, no crece ni el cilantro en las macetas, papá se acuerda que mi abuelo Fernando, campesino en su natal San Luis Potosí, cuando iba a recoger leña al monte, le decía: “mira hijo, los caracoles se andan subiendo a los chaparros, quiere decir que va a llover con agua que corre”, a lo que mi santo progenitor, le replicaba, “apá, pero si no hay ni una nube”, no bien lo había dicho, pasaba la mañana en la que se iban juntando las nubes como para hacer fiesta y al caer la tarde, el cielo se desplomaba a borbotones, nuestros viejos, siempre han sido sabios, no de balde, hay un dicho muy ranchero que reza: “consejos de viejitos; evangelios chiquitos” ustedes, queridos lectores, seguramente habrán escuchado alguna de esas buenas razones en sus abuelos o tíos, precisamente, hace poco, se lo decía a don Raymundo Ríos Mayo, que en nuestra cultura tamaulipeca, no se han perdido las costumbres, ni las palabras que describen y matizan nuestra idiosincrasia, lo cual habla muy bien de nuestros antepasados, que se preocuparon por conservar lo aprendido durante su crianza, en fin, hay que rezarle a san Isidro Labrador santo patrón del campo, o san Marcos, o a la virgen de la cueva, pero que llueva, antaño se usaba sacar al santo de la devoción a la calle, pero estos curas del pueblo, o le tienen miedo al golpe de calor o están muy cómodos refrescándose en la sacristía, conste que no quiero ser malora con nuestros santos sacerdotes, pero ellos que tienen harta fe deberían de rogarle al creador para que se apiade de nosotros, porque estos calorones están insoportables. Oremos.

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