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lunes, 4 de julio de 2011

Ciudad Polvorín

No sé si a ustedes les ha parecido lo mismo que a mí, pero la ciudad parece un polvorín amenazado, inmerso en una calma chicha, como si de repente Nerón fuera a resucitar para prenderle fuego, lo peor es que ya nos estamos acostumbrando a vivir así, como decía mi tía Sacramento del Altar, con el “Jesús en la boca y el rosario en la mano”.
A una imprecisa hora de la noche, el viento no sopla y la luna es una cicatriz luminosa envuelta en presagios. Nuevo Laredo es una ciudad que se ha vuelto literatura a cada instante que transcurre, en todos lados se tejen historias con los hilos de plata de Ariadna, dentro de la vorágine del caos hay una belleza estática que solamente pueden ver los hechiceros, los viejitos y los niños.
Le comentaba a don Raymundo Ríos Mayo, amoroso de la historia, que los escribidores tenemos la obligación de ser cronistas de la historia cotidiana de nuestro pueblo, porque ahora que murió mi querida amiga Didi Durán de Peña, los periódicos locales trataron el suceso como si fuera cualquier persona, dedicándole más espacio a las pendejadas cursis, nacas y sin sentido de los magazines que no sirven para nada.
Durante una época de mi vida, me dediqué a escudriñar entre los viejos anuarios de El Diario, ya que, Marco Villarreal me tenía toda la confianza para permitirme barajar las hojas amarillentas de los enormes documentos, y ahí descubrí vibrantes historias de nacimientos y sepelios, el periodismo actual le dedica el 90 por ciento de su contenido a las declaraciones y hechos de los políticos, lo demás, lo que ocurre a diario en el pueblo, no les interesa, don Raymundo y otros encargados de investigar respecto a sucesos de interés general, deberían de exigirles a los editores de los rotativos para que por ley les permitan publicar estas noticias, a mi me dio mucha tristeza observar en los medios locales que nadie le presentó el suficiente respeto a tan connotada pintora, Didi merecía ríos de tinta en su honor, genuflexiones editoriales para rendir homenaje a tan brillante artista, en lugar de redactar una buena nota, con cuerpo, con alma, con información de su trayectoria, la mayoría hizo esquelas mustias, sin fuerza, ni talento, cada día que pasa es urgente para los medios que se haga un nuevo semillero de verdaderos comunicadores, no digo, no, que los de mi época y los de antes de mi generación, éramos mejores, pero teníamos idea de lo que escribíamos, ahora no, ahora los chamacos, salvo raras excepciones como Jhio Raga mi joven editor que debería de dedicarse a escribir más, son pésimos para estructurar buenos reportajes, además les falta a todos un barnicito de cultura, que por lo menos conocieran a uno que otro autor para hacer su reserva de palabras y escribieran con mayor propiedad, naturalmente que no yo no soy ejemplo de nada, si muy apenas soy capaz de redactar mi columna sin falta de ortografías, padezco del síndrome del qué, del porqué, del de y soy pésimo para poner puntos y seguidos y ni qué decir de los puntos y apartes, en fin, que mi petición está sobre la mesa, hay que ser más cautos a la hora de elegir las notas para darle prioridad a lo que realmente vale la pena, Didi se fue al cielo como una gran señora, lástima que ni nuestro alcalde, ni su runfla de colaboradores le hicieran un homenaje como ella se lo merece, exijo que se dedique una calle en su honor, que se le dé su eufónico nombre a una casita de la cultura, que se haga una exposición en retrospectiva de su rutilante obra que por sencilla, por auténtica, tiene más valor que cualquiera otra, no lo digo, no, porque sea mi amiga, sino porque es cierto lo que he dicho, y es verdad, la ciudad está en deuda con tan ilustre ciudadana que se ha ido en cuerpo presente, pero su esencia, su intimo decoro de gran mujer se ha quedado para siempre entre nosotros. Oremos.

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